Y SIN EMBARGO SE
MUEVE
Siento un gran
alivio al saber que ya no hay nada que temer. Pero algo me dice que la historia
sigue.
¿Por qué no abandono el rol de víctima ?
Los miro
desde lejos. Son dos. Están apilados como en los ritos de la India en los que
después de rendir los honores correspondientes, se enciende una gran hoguera.
Acá no hay hogueras y mucho menos honores. Apenas una habitación que yo conozco bastante bien y los dos cuerpos inertes encima de una mesa.
Me pregunto por qué estarán uno sobre otro. Desconozco la identidad del que
está en la base de esta torre siniestra. Me intranquilizo. Una parte de mi
dice-Ya está, se terminó-. Pero estoy sola y no es un buen signo. Siempre estoy
sola. A la distancia (claramente decido apartarme) creo ver un deslizamiento.
El cuerpo de arriba parece moverse. No parece, esto está pasando. Son como
espasmos pero lentos y torpes.
-Y sin
embargo se mueve- cuando me pongo nerviosa me acuerdo de frases célebres. --Tranquila- me tengo que reponer.
Estoy como clavada en el piso. Sucede lo que
yo esperaba. Se pone de pie y se estira. Empieza a mirar alrededor. El terror
me impulsa a escapar por el pasillo. Llego a la vereda pero incomprensiblemente
no puedo avanzar. Es una cuadra y media. Me sofoco y el aire parece oponer una
resistencia insalvable. Empujo como puedo sin mirar atrás. Tengo que llegar
hasta la casa de Nené. Siempre me ha calmado su buen humor. La puerta está entreabierta.
No puedo hablar pero ella entiende todo. Ignoro cómo lo hace. Me dice “ es
normal”.
-¿Cómo va a
ser normal que un muerto reviva? –pienso pero no digo nada. No me conviene.
Prefiero creer en Nené.
Con la
alegría de siempre, me muestra la colección de ataúdes. Hay un montón. Están
parados uno al lado del otro, apoyados en la pared. Las luces resaltan sus
hermosos colores y los laqueados perfectos. Los hay caobas, tostados y unos
casi negros con herrajes lujosos.
También hay
una serie de vitrinas pero no entiendo para qué son o qué es lo que muestran.
No importa. A Nené nunca le importa nada realmente. Va por la vida así,
livianita. Me pregunto cómo hace. Finjo
que está todo bien y se desacelera el ritmo de mi respiración. ¿Todo bien dije?
Miro de reojo hacia la calle. Y si, parece que nadie ha reparado en el asunto.
Me despierto
de golpe. Ya es de día.
Es lo que se dice una pesadilla.
ResponderEliminarMe gusta la idea de contar Desde el Conurbano.
Vengo desde el blog de Frodo.