miércoles, 17 de agosto de 2016

DESENCUENTRO .





-No vas a ningún lado- la madre estira el cuello para ver el cielo desde la ventanita de la cocina.
-¿Por qué?- la hija se hace la desentendida, mientras se saca los hilos de la ropa.
-¿ Adela, no ves cómo está?-insiste la madre- .
-¡Pero si todavía no llueve!-ahora apila los bolsillos recién cosidos.
- ¿Adónde vas a ir vos? Si se viene una tormenta-el hermano mayor entra y se calienta las manos en la hornalla prendida. –Poné la pava, vieja.
-vos saliste igual-la hermana guarda ahora la tijera en el cajón de la máquina de coser.
-A trabajar... Dale,  hacete unos mates- y la orden vino disfrazada de pedido.
- Y yo recién termino de coser, todo el día con el pedal dale que va- la chica se estira la blusa.
-Si, escuchando a los Pérez García  y chusmeando con las de enfrente, lindo trabajo. Te lo cambio por el taller-se despatarra el hermano en la silla con asiento de paja y respaldo de madera apenas lijada.
-Y vos que llegás y tenés todo listo para ir tranquilito a las carreras…..
-No empiecen-la madre llena la pava inmensa y la pone sobre la hornalla; corta el pan.
-Me voy, vuelvo enseguida- la chica se escurre hacia la puerta y sale a la galería.
-Te digo que viene una tormenta fuerte- el hermano se impacienta y la agarra del brazo.
-¿Qué pasa acá?- El padre abre la puerta de la calle, se saca la boina azul oscuro y se la pone debajo del brazo.
-¡Ésta, que quiere salir ahora con este tiempo! Qué van a decir los vecinos, que es una atorranta, que no tiene familia- el hijo no la suelta.
-¿Adónde va m’hijita?-el padre la mira con ojos bondadosos.
-A lo de Elisa, por los trajes…- los ojos de la chica le imploran al padre-
-¡Mentira!, Seguro se va a ver con alguno- se indigna el hermano.
-¡Cuidado con lo que decís!- suena gastada la voz del padre.-
-A lo de Elisa podés ir mañana, faltan dos semanas para carnaval- la madre le tiende un mate al marido.
-Pero quedé en ir hoy!- La chica casi suplica pero su voz se pierde porque el aguacero  se precipita y retumba como una catarata de clavos sobre el techo de chapas de la galería.
-Entren- dice la madre.
-Adentro- el padre toma del hombro a la hija que ha empezado a lagrimear.
-Es por tu culpa-grita la chica y revolea un cono de hilo directo al ojo del hermano que apenas tiene tiempo de esquivarlo.
-Pero que hacés desgraciada!- Y la corre alrededor de la mesa enorme de madera maciza pintada de verde oscuro.
-Hacé algo!-la madre intenta frenar lo que se veía venir.
-Basta, mierda! paren los dos- el hombre viejo que solo quiere descansar intenta poner orden con gesto más cansado que enojado- Mirá que sos grande, vos- se dirige al muchacho.
-Buenas…!-La vecina  ha entrado a la galería y golpea el vidrio de la puerta de la cocina pero nadie la escucha – Buenas!-repite casi gritando con un plato cubierto con un repasador y protegido con todo su cuerpo. Entra-  Les traje unas tortas fritas.
-Pase, pase- el muchacho disimula y deja en paz a la hermana. Todos miran a la vecina que chorrea agua como si fuera un paraguas recién usado.
-Pero por qué se molestó- la madre aparenta tranquilidad.
-No, al contrario, no es molestia- y la vecina se mira la punta de los zapatos y levanta la mirada santurrona y la clava en los ojos del hombre joven
 -Pero siéntese, ¿Quiere un mate?¿Ha visto qué tormenta? Está lindo para comer unas buenas tortas fritas.-Le devuelve la mirada, pero casi maliciosa.
-Yo sé que usted le gustan.- se sienta la vecina y se acomoda los mechones debajo de la vincha.
-¿Y cómo anda su madre?- el viejo le sigue el juego al hijo.
-¿Se mejoró su abuela?-La madre se sienta al lado de la vecina.
-Si, la abuela ya está mejor, gracias, le manda saludos-la mujer se arregla la ropa mojada.
-¡Y a mi qué me importa todo eso, vos hacés lo que querés por ser varón!-cruza una mirada con odio a su hermano y se va a la pieza de adelante.
- ¿Qué decía? Ah! Sí, su abuela, pero mire cómo se ha mojado, ¿Le traigo una toalla?-Sobreactúa el joven. Disimula.  Intenta  tapar el llanto furioso de Adela.

Querida Elisa:
Te dejo la presente porque no te encontré y encima me mojé toda. Menos mal que tenía el cuaderno de corte y confección en el bolsillo del saco así te puedo escribir. Como no me dejaban salir por la lluvia, me hice la que lloraba y mientras tanto salté por la ventana de la pieza. En la cocina estaban los viejos y mi hermano con la marmota de la vecina que siempre que puede viene a ver si se lo puede levantar. Había quedado en ver al muchacho que te conté. Ahora me voy para la esquina de Mitre y Paso a ver si todavía no se fue. Si me descubren y te van  a preguntar deciles  que fuimos a ver las telas para los disfraces. Chau, después te cuento.  
                                                                                                                      Adela.

Ya sabía que no iba a venir. No tengo suerte y encima con esta tormenta y para esto pedí salir antes del laburo. Quien me mandó fijarme en esa piba. Me jorobó. O a lo mejor no vino por la lluvia. Ya pasó una hora. Y no, no viene. ¿Dónde vivirá? Seguro que por acá cerca. No, no se ve a nadie. Ya está parando. El vigilante de la esquina me está mirando feo. Y no, no espero más. A ver si todavía termino en cana. Le voy a preguntar por donde tengo que agarrar para llegar a la estación.  Me vuelvo caminando total de esta esquina de Belgrano y Paso deben ser como doce cuadras.
A lo mejor me la cruzo.






4 comentarios:

  1. Bien titulado. Es que las tormentas son algo molesto. Y parece que el hermano de Adela era más molesto que la tormenta, se podría haber callado la boca.
    Saludos.

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  2. Bueno, pero Adela es una proto feminista.... Gracias por el comentario.

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  3. Muy bueno. Interesante los cambios de narrador, remarcan el desencuentro de los personajes.
    ¿Puede ser que conozca a alguien en la foto que ilustra el relato?

    Un beso Gra

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  4. Ahora que lo pienso no es casualidad que las chicas de la foto sean tres, aunque no son conocidas. Gracias por el comentario.

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