DESENCUENTRO .
-No vas a
ningún lado- la madre estira el cuello para ver el cielo desde la ventanita de
la cocina.
-¿Por qué?-
la hija se hace la desentendida, mientras se saca los hilos de la ropa.
-¿ Adela, no
ves cómo está?-insiste la madre- .
-¡Pero si
todavía no llueve!-ahora apila los bolsillos recién cosidos.
- ¿Adónde
vas a ir vos? Si se viene una tormenta-el hermano mayor entra y se calienta las
manos en la hornalla prendida. –Poné la pava, vieja.
-vos saliste
igual-la hermana guarda ahora la tijera en el cajón de la máquina de coser.
-A trabajar...
Dale, hacete unos mates- y la orden vino
disfrazada de pedido.
- Y yo
recién termino de coser, todo el día con el pedal dale que va- la chica se
estira la blusa.
-Si,
escuchando a los Pérez García y chusmeando
con las de enfrente, lindo trabajo. Te lo cambio por el taller-se despatarra el
hermano en la silla con asiento de paja y respaldo de madera apenas lijada.
-Y vos que
llegás y tenés todo listo para ir tranquilito a las carreras…..
-No
empiecen-la madre llena la pava inmensa y la pone sobre la hornalla; corta el
pan.
-Me voy,
vuelvo enseguida- la chica se escurre hacia la puerta y sale a la galería.
-Te digo que
viene una tormenta fuerte- el hermano se impacienta y la agarra del brazo.
-¿Qué pasa acá?-
El padre abre la puerta de la calle, se saca la boina azul oscuro y se la pone
debajo del brazo.
-¡Ésta, que
quiere salir ahora con este tiempo! Qué van a decir los vecinos, que es una
atorranta, que no tiene familia- el hijo no la suelta.
-¿Adónde va
m’hijita?-el padre la mira con ojos bondadosos.
-A lo de Elisa,
por los trajes…- los ojos de la chica le imploran al padre-
-¡Mentira!,
Seguro se va a ver con alguno- se indigna el hermano.
-¡Cuidado
con lo que decís!- suena gastada la voz del padre.-
-A lo de
Elisa podés ir mañana, faltan dos semanas para carnaval- la madre le tiende un
mate al marido.
-Pero quedé
en ir hoy!- La chica casi suplica pero su voz se pierde porque el aguacero se precipita y retumba como una catarata de
clavos sobre el techo de chapas de la galería.
-Entren-
dice la madre.
-Adentro- el
padre toma del hombro a la hija que ha empezado a lagrimear.
-Es por tu
culpa-grita la chica y revolea un cono de hilo directo al ojo del hermano que
apenas tiene tiempo de esquivarlo.
-Pero que
hacés desgraciada!- Y la corre alrededor de la mesa enorme de madera maciza
pintada de verde oscuro.
-Hacé
algo!-la madre intenta frenar lo que se veía venir.
-Basta,
mierda! paren los dos- el hombre viejo que solo quiere descansar intenta poner
orden con gesto más cansado que enojado- Mirá que sos grande, vos- se dirige al
muchacho.
-Buenas…!-La
vecina ha entrado a la galería y golpea
el vidrio de la puerta de la cocina pero nadie la escucha – Buenas!-repite casi
gritando con un plato cubierto con un repasador y protegido con todo su cuerpo.
Entra- Les traje unas tortas fritas.
-Pase, pase-
el muchacho disimula y deja en paz a la hermana. Todos miran a la vecina que
chorrea agua como si fuera un paraguas recién usado.
-Pero por qué
se molestó- la madre aparenta tranquilidad.
-No, al
contrario, no es molestia- y la vecina se mira la punta de los zapatos y
levanta la mirada santurrona y la clava en los ojos del hombre joven
-Pero siéntese, ¿Quiere un mate?¿Ha visto qué
tormenta? Está lindo para comer unas buenas tortas fritas.-Le devuelve la
mirada, pero casi maliciosa.
-Yo sé que
usted le gustan.- se sienta la vecina y se acomoda los mechones debajo de la
vincha.
-¿Y cómo
anda su madre?- el viejo le sigue el juego al hijo.
-¿Se mejoró
su abuela?-La madre se sienta al lado de la vecina.
-Si, la
abuela ya está mejor, gracias, le manda saludos-la mujer se arregla la ropa
mojada.
-¡Y a mi qué
me importa todo eso, vos hacés lo que querés por ser varón!-cruza una mirada
con odio a su hermano y se va a la pieza de adelante.
- ¿Qué
decía? Ah! Sí, su abuela, pero mire cómo se ha mojado, ¿Le traigo una
toalla?-Sobreactúa el joven. Disimula.
Intenta tapar el llanto furioso
de Adela.
Querida
Elisa:
Te dejo la
presente porque no te encontré y encima me mojé toda. Menos mal que tenía el
cuaderno de corte y confección en el bolsillo del saco así te puedo escribir.
Como no me dejaban salir por la lluvia, me hice la que lloraba y mientras tanto
salté por la ventana de la pieza. En la cocina estaban los viejos y mi hermano
con la marmota de la vecina que siempre que puede viene a ver si se lo puede
levantar. Había quedado en ver al muchacho que te conté. Ahora me voy para la
esquina de Mitre y Paso a ver si todavía no se fue. Si me descubren y te van a preguntar deciles que fuimos a ver las telas para los disfraces.
Chau, después te cuento.
Adela.
Ya sabía que
no iba a venir. No tengo suerte y encima con esta tormenta y para esto pedí
salir antes del laburo. Quien me mandó fijarme en esa piba. Me jorobó. O a lo
mejor no vino por la lluvia. Ya pasó una hora. Y no, no viene. ¿Dónde vivirá?
Seguro que por acá cerca. No, no se ve a nadie. Ya está parando. El vigilante de
la esquina me está mirando feo. Y no, no espero más. A ver si todavía termino
en cana. Le voy a preguntar por donde tengo que agarrar para llegar a la
estación. Me vuelvo caminando total de
esta esquina de Belgrano y Paso deben ser como doce cuadras.
A lo mejor
me la cruzo.
Bien titulado. Es que las tormentas son algo molesto. Y parece que el hermano de Adela era más molesto que la tormenta, se podría haber callado la boca.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, pero Adela es una proto feminista.... Gracias por el comentario.
ResponderEliminarMuy bueno. Interesante los cambios de narrador, remarcan el desencuentro de los personajes.
ResponderEliminar¿Puede ser que conozca a alguien en la foto que ilustra el relato?
Un beso Gra
Ahora que lo pienso no es casualidad que las chicas de la foto sean tres, aunque no son conocidas. Gracias por el comentario.
ResponderEliminar