RAZONES PARA
ESCRIBIR.
“Cada hombre es lo que hace
con lo que hicieron de él”
Jean
Paul Sartre
Como estamos
en el siglo XXI, y con el permiso de Sartre, afirmo que también las mujeres
hacemos lo que podemos con lo que hicieron de nosotras.
En el mismo sentido que el gran filósofo francés, José Pablo Feinmann destaca el hecho de que toda la cultura es impuesta por otros. De ese modo la
vida puede ir transcurriendo entre cuestiones menores y, si se toma conciencia
del peligro de vivir así, llega un momento
en que es necesario hacer conocer
la palabra propia.
Y es entonces cuando uno se queda en soledad asumiendo la
responsabilidad de esa decisión.
Esa ha sido mi motivación. Valerme de los vocablos ya establecidos (como
dice Neruda, los españoles se llevaron todo y nos dejaron todo al legarnos la
palabra) para combinarlos de manera única y expresar lo que quiero en el marco
de lo que me fue dado vivir. Es posible que en algún intersticio de la trama
heredada pueda vivenciar algo parecido a la libertad.
Eximida de las obligaciones
laborales que por más de treinta años ocuparon casi excluyentemente mi tiempo,
decidí que tenía muchas cosas para decir.
Buceando en los recuerdos-¡vaya a saber lo que hay en el inconsciente!-,
podría rescatar algunas situaciones que tal vez me motivaron a escribir: una
habitación semi oscura y una nena
cursando primer grado obligada a unir las sílabas con gran dificultad; los
cuentos regalados por las maestras de la escuelita del barrio; la magia de una
estantería en la librería “Gallito de oro”; un lugar en la casa donde
se apilaban libros con títulos aburridos; historias como ventanas a otros
mundos felices; ciertas palabras acertadas para describir una foto de París; silencio
interior y tiempo para pensar cosas graves e importantes que no se podían
expresar; admiración por quienes leían.
Debo expresar mi gratitud a quien me encerró creyendo que
iba a aprender a leer más rápido, a quienes me regalaron cuentos con figuritas
encantadas de purpurina, a quien guardaba libros y no me llegó a decir ni
siquiera si le gustaban, a quien me daba tareas imposibles para una niña como realzar las virtudes de la
Torre Eiffel en pocas líneas, a quienes me importunaban señalando el carácter hosco que me caracterizó, a quienes me enseñaron que hubo un Siglo de
Oro en España, en fin, a quienes me
iniciaron en el camino de la lectura.
Asumo gustosa el reto que me impongo.
Y como antes afirmaba
que se puede ser frecuentemente feliz al
trabajar en un aula, ahora
sostengo que ante un teclado se pueden vivir instantes fugaces de intensa
plenitud.
Qué intensidad tan fuerte te lleva a escribir,
ResponderEliminarsiguiendo a Sartre, fruto de una vida intensa.
Experimentar la felicidad en la rutina frecuentada y en el flash de la inmediatez no es menor en esta vida.
Me alegra leerte plena y feliz.
Se nota que compartimos la pasión por la lectura y la escritura. Asi es.
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