sábado, 21 de mayo de 2016

RAZONES PARA ESCRIBIR.




Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”
                                                                                      Jean Paul Sartre



Como estamos en el siglo XXI, y con el permiso de Sartre, afirmo que también las mujeres hacemos lo que podemos con lo que hicieron de nosotras.
En el mismo sentido que el gran filósofo francés, José Pablo Feinmann destaca el hecho de que toda la cultura es impuesta por otros. De ese modo la vida puede ir transcurriendo entre cuestiones menores y, si se toma conciencia del peligro de vivir así, llega un momento  en que es necesario  hacer conocer la palabra propia.
 Y es entonces cuando uno se queda en soledad asumiendo la responsabilidad de esa decisión.
Esa ha sido mi motivación. Valerme de los vocablos ya establecidos (como dice Neruda, los españoles se llevaron todo y nos dejaron todo al legarnos la palabra) para combinarlos de manera única y expresar lo que quiero en el marco de lo que me fue dado vivir. Es posible que en algún intersticio  de la trama  heredada pueda vivenciar algo parecido a la libertad.
 Eximida de las obligaciones laborales que por más de treinta años ocuparon casi excluyentemente mi tiempo, decidí que tenía muchas cosas para decir.
Buceando en los recuerdos-¡vaya a saber lo que hay en el inconsciente!-, podría rescatar algunas situaciones que tal vez me motivaron a escribir: una habitación semi oscura  y una nena cursando primer grado obligada a unir las sílabas con gran dificultad; los cuentos regalados por las maestras de la escuelita del barrio; la magia de una estantería  en la librería  “Gallito de oro”; un lugar en la casa donde se apilaban libros con títulos aburridos; historias como ventanas a otros mundos felices; ciertas palabras acertadas para describir una foto de París; silencio interior y tiempo para pensar cosas graves e importantes que no se podían expresar; admiración por quienes leían.
Debo expresar mi gratitud a quien me encerró creyendo que iba a aprender a leer más rápido, a quienes me regalaron cuentos con figuritas encantadas de purpurina, a quien guardaba libros y no me llegó a decir ni siquiera si le gustaban, a quien me daba tareas imposibles  para una niña como realzar las virtudes de la Torre Eiffel en pocas líneas, a quienes me importunaban señalando el  carácter hosco que me caracterizó,  a quienes me enseñaron que hubo un Siglo de Oro en España,  en fin, a quienes me iniciaron en el camino de la lectura.
Asumo gustosa el reto que me impongo.
 Y como antes afirmaba que se puede ser frecuentemente feliz  al  trabajar  en un aula, ahora sostengo que ante un teclado se pueden vivir instantes fugaces de intensa plenitud.


3 comentarios:

  1. Qué intensidad tan fuerte te lleva a escribir,
    siguiendo a Sartre, fruto de una vida intensa.
    Experimentar la felicidad en la rutina frecuentada y en el flash de la inmediatez no es menor en esta vida.
    Me alegra leerte plena y feliz.

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    1. Se nota que compartimos la pasión por la lectura y la escritura. Asi es.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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