LA DESPEDIDA DEL BÚHO
Celeste:
Me cansé de que no
respondas las llamadas y le pedí la compu a Guillo para escribirte porque la
mía se murió. Sí, como si tuviera pocas cosas que arreglar gracias a vos.
Es muy raro no saber dónde estás. Me
desconcierta. Supongo que estarás bien, las malas noticias llegan volando.
Igual es un bardo que tu hijo no sepa por donde andás. Que no me digas a mí,
bueno, lo entiendo. Pero a Guillo… me tendrás confianza como padre, ¿viste?, en
el fondo no soy tan basura.
Te quería avisar que mandé a
Luis, el pintor, para que arregle la humedad en la cocina del departamento. Esa
es otra. Yo no tenía problema en dejarte la casa, pero vos, no sé, te pusiste
terca. Y bueno. Cuando puedas decime dónde guardabas la aspiradora. La señora
que viene a limpiar no la encontró. Y la tabla de planchar. Guillo dice que la
ropa ya no se plancha. Será la ropa que usa él, porque a mí los pantalones me
gustan con la raya bien marcada. Bueno, creo que eso es todo.
¿Te fuiste a Mar del Plata? Ojo con salir a correr por la rambla con este
frío. Ahora que estás a tus anchas, te despertarás a la madrugada y no tendrás
que esperar a que yo me levante para empezar el día. ¿Cómo era eso? Ah, sí. Lo
del búho y la alondra. Qué loco. Ya fue. Eso no era lo que importaba.
Veinticinco años no se tiran por la borda por esas boludeces. Pero vos los
tiraste y yo no lo vi venir. Te juro que no. No me diste tiempo, se nota que lo
tenías recontra estudiado y que yo estaba en otra cosa. Como siempre. No digo
que te fuiste por eso. Me imagino muchas cosas más. “Guillo ya es un hombre”,
dijiste. Y la verdad que no, que parecemos dos tarados en la sobremesa sin
saber qué decirnos. Eso fue los primeros días. Veremos si nos acomodamos de a poco.
Ahora cenamos sin mirar la tele y eso que yo tengo que estar informado. Ponemos
música como a vos te gusta. Te hicimos caso. Te tengo que dar la derecha en
eso. En la cuestión de la política no. Me sacó mucho tiempo, pero vos sabés que
es mi pasión. Soy un militante y cuanto peor me va en las urnas más empeño
pongo en el trabajo con la gente, escuchando sus reclamos, estando en la calle.
Entiendo tu cansancio, pero no lo comparto. A mí también me costaba hacer mi
vida sabiendo de tu hartazgo. Llegar tarde entusiasmado por una reunión y no
tener con quien compartir nada porque vos ya estabas dormida. Nunca te interesó
esa parte de mí y resulta que es lo mejor que tengo. Veinticinco años es mucho
tiempo. Yo también estoy cansado. Igual, te agradezco la paciencia. Hiciste un
buen trabajo con nosotros. ¡Qué ironía! Justo vos que te quejabas de no tener
una carrera. Tenías razón. Ahora podés ser lo que quieras. Te sobra capacidad
aunque no sepas bien cómo seguir. Por lo menos eso es lo que me dijiste antes
de irte. Lo que sí sabés es que ya no me querés a mí. De eso no tenés duda.
Cuando me lo dijiste casi me muero ¿Te acordás cómo me subió la presión? Pero
ahora creo que yo tampoco te quiero así, como antes. O como nunca. Después de
todo ¿Qué es querer? Si es desear el bien del otro, y afligirse si le va mal,
bueno, entonces te sigo queriendo. Así como quiero y me intereso por los que
más necesitan asistencia. Así como quiero a mis compañeros de lucha. Pero si amar es más que eso, ahí no estoy tan
seguro de amarte. Yo no podría renunciar a quien soy. Vos renunciaste a tu vida
por mucho tiempo y fue noble, y te valoro y admiro por eso. Espero que encuentres algo que te apasione.
¡Solo te pido que no te pases a la contra! Es un mal chiste, no me hagas caso.
Quien te dice que la alegría era otra cosa y
que la descubrimos cada uno por su lado. Yo espero mucho de la vida, ojalá a
vos te pase lo mismo. Contá conmigo siempre.
Abrazo de tu ex, el búho.